Capítulo 24
Llegamos al café Madrid jadeando, después de correr desde el centro comercial. Entramos y nos sentamos en una mesa con los chicos. Yo presento a María José, y todos se levantan y le dan un beso.
-Oye, tú eres la chica de la firma, ¿Verdad?-le pregunta Carlos, sujetándola por la cintura.
-Sí.
-Venga, vamos a sortear lo del día de Auyrn.
-Pero ¿y ella?-pregunta Álvaro.
-Tranquilo, que no va a decir nada. Es mi amiga. Además no se atrevería a abrir la boca.
Todos parecen medio convencidos, el que más muestra interés es Carlos.
-Por mí, vale- dice- Tiene cara de que se puede confiar en ella.
Veo cómo Maria José sonríe y yo, sonrío al verla. Sé lo mucho que le gusta Carlos, y creo que harán una bonita pareja.
-Eso sí- comienzo a decir- No he traído los papeles con los lugares.
-Me lo imaginaba- dice Álvaro- Por eso se lo pedimos a Blas.
-Ah, pues qué bien.-digo.
Blas saca los papeles y cada chico coge uno. Después, los doblan y los vuelven a poner sobre la mesa. Ahora cojo yo uno, lo desdoblo y me toca San Sebastián.
-¿A Dónde os ha tocado a vosotros?-pregunto, dejando el papel sobre la mesa.
-A mí, Barcelona- dice Carlos.
-A mí, Marbella.-
-Joder, qué suerte Blas. Ya quisiera yo ir a mi Málaga.-le digo.
-Ya irás, ya irás.
-A mí, Valencia- dice Álvaro sonriendo.
-Pues a mí, Oviedo.¿Y a ti, David?- le pregunta.
-San Sebastián.-dice sin mucho entusiasmo.
-Anda, ¡pues como a mí!-digo sonriendo.
Él no esboza una sonrisa, si no que levanta la cabeza para después agacharla.
Hablamos un rato más y los chicos le preguntan cosas sobre ella. El que muestra una verdadera impresión es Carlos, que no deja de mirarla y hacerle preguntas.
Llega el momento de despedirnos, y Maria José tiene que irse a su casa, Carlos se ofrece como voluntario para acompañarla a su casa. Yo tengo que ir a comprar una bolsa y papel de regalo para envolverle la cámara a mi hermano. Le pido a David que me acompañe y él acepta.
Llegamos a la tienda y voy derecha a los papeles de regalo, tras curiosear un poco, me decanto por uno que tiene unas guitarras eléctricas y unas notas musicales. Como bolsa de regalo, escojo una azul, que es su color favorito.
Vamos a la caja, pago y salimos de la tienda.
-Gracias por acompañarme- le digo a David sonriendo. Cojo las bolsas.
-De nada. Oye, tenía que hablar contigo de una cosa...
-Claro, ¿de qué?-le pregunto.
-Pues...verás... Yo, es que...-hace una pausa, como pensando algo que va a decir a continuación- He pasado muy buenos ratos contigo, la verdad, eres magnífica, pero... creo que deberíamos darnos un tiempo para reflexionar sobre lo nuestro.
No puedo creer lo que me está diciendo, ¿por qué? Si lo hemos pasado muy bien todo este tiempo. Al menos, yo lo he pasado bien, he disfrutado mucho con él. Siempre eran momentos de risas.
Noto cómo los ojos se me llenan de lágrimas.
-Pero, ¿por qué?-pregunto.-¿Qué he hecho?
-No eres tú, ni es nadie. Lo que pasa es que, creo que deberíamos tomarnos un tiempo para pensar.
-No me lo puedo creer-murmuro. Empiezo a llorar poco a poco.
-Verás, las parejas a veces necesitan tiempo para reflexionar sobre su relación. A veces necesitan tomarse un tiempo para... para darse cuenta de lo que les gusta de la otra persona.
No puedo creer lo que está diciendo. O sea que simplemente está diciendo que no sabe lo que le gusta de mí.
-Vamos, que no te gusto para nada.-digo.
-No es eso.-dice poniéndome la mano en el hombro.
-¡Sí! ¡Sí que lo es! No me puedo creer que haya sido tan tonta como para no darme cuenta de que no te gusto nada. Ya me lo dijo mi tío una vez: los de Granada no eran hombres que te venían con flores y corazones. ¡Eres un cerdo!- le digo, inmediatamente, me doy la vuelta y echo a andar sin hacer caso a las veces que grita mi nombre.
Ando deprisa sin saber dónde estoy, porque creo que me he perdido. Alzo la vista y veo el nombre de la calle donde estoy, ya sé donde es. Estoy cerca de la casa de Dani. No tengo más remedio que ir a desahogarme con él. No quiero que mi tío se dé cuenta de que lo estoy pasando mal.
Llamo al timbre y, a los minutos, él me abre la puerta.
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