domingo, 13 de octubre de 2013

Capítulo 90

Capítulo 90

-¡María José, ya estoy aquí! -exclamo nada más entrar a casa- María José, ¿dónde estás? -pregunto.
Nada. No hay respuesta. Quizás estén en la habitación. Entro al salón y veo una nota:

'Carlos se ha mejorado y hemos ido a comer algo por ahí. Vendremos tarde, no nos esperes despierta. Besos, MJ y C'

Parece que hoy estoy sola para almorzar. ¿Y si llamo a mi pastelito? Marco su número de teléfono y a los dos tonos de llamada, lo descuelga.
-Hola princesita -me saluda.
-Hola. ¿Dónde estás?
-En casa. ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
-Sí, tranquilo. Lo que pasa es que estoy sola para almorzar y me preguntaba si querrías venir a hacerme compañía. ¿Estás ocupado o algo?
-No. No estoy haciendo nada. Reviso mi twitter, ya está. Los auryners me petan el conecta.
-Entiéndelo, te quieren mucho, es inevitable. -respondo.
-¿Tú también me petabas el conecta?
-No mucho. Me daba vergüenza -confieso. Él suelta una carcajada- ¡No te rías!
-Osea que, ¿tenías twitter y no intentabas que te respondiera? -pregunta, supongo, con una sonrisa.
-Sí... -admito.
-Pues vaya...
-Bueno, ¿entonces te vienes y comemos en casa o qué? -pregunto para cambiar de tema.
-Vale, pero no prepares nada, lo hago yo.
-¿Te vas a hacer cocinero como Blas? ¡Miedo me das!
-Muy graciosa. Venga, voy para allá. Estaré en una media hora o así.
Perfecto. Así organizaré un poco la casa y no se dará cuenta de que soy una desordenada.
-Mientras, tú organiza un poco la casa -me dice.
-Está organizada -miento.
-No. No lo está y lo sabes muy bien. -suelta una última carcajada- Adiós, princesa. Ahora nos vemos.
-Hasta ahora.

Parece imposible que, en unos veinte minutos, consiga barrer y fregar toda la casa y pasar la aspiradora. Además de quitar el polvo acumulado por los días de gira en los que no he podido limpiar nada. Obviamente, Ainhoa tampoco ha podido porque estaba cuidando de Arón en casa de Lucas. Esos dos pasan demasiado tiempo juntos. Parece que ellos son los padres, aunque Lorena esté en coma. Sería una pena que Lorena muriese, es joven, tiene unos veinticuatro años y ahora está sola. Sola y en coma. El telefonillo me sorprende mientras estoy subida en la silla quitando el polvo de la última balda de la estantería. No puede haber llegado tan rápido, ¿no?
Bajo corriendo de la silla y llego hasta la entrada.
-¿Sí? -pregunto por el telefonillo.
-Hola, Coral.
-¿David? ¿Eres tú? -pregunto.
-No, soy Blas. Esto... ¿puedo subir? -pregunta.
-Sí, claro, te abro. -digo pulsando el botón.
Recojo un poco todos los productos de limpieza y me quito los guantes amarillos que no tengo más remedio que usar si no quiero dañarme las manos. Lo justo para que ya esté Blas tocando el timbre.
-Hola, Blas. ¿Qué tal? -pregunto.
-Bueno... ahí. -dice con una cara bastante larga.
-¿Qué te pasa? Tienes mala cara.
-Mi novia me ha puesto los cuernos.
La boca se me abre completamente. ¿Novia? ¿Cuernos? Más impresionada por la parte de cuernos que por la de novia.
-¿Tienes novia? -pregunto.
-Tenía -dice- Siento venir sin avisar, pero me tenía que desahogar con alguien. ¿Te importa que me quede?
-No, claro. David va a venir a comer conmigo. Puedes quedarte también, no importa.
Sinceramente, preferiría que David y yo estuviéramos solos, pero tengo la sensación de que Blas realmente necesita nuestra ayuda.
-Estoy muy mal -reconoce.
-Anda, ven y me cuentas. -digo llevándolo hasta el sofá.

En ese momento me lo cuenta todo: Blas y la chica estaban celebrando su aniversario de cinco meses juntos en un restaurante la noche anterior, Blas no fue a celebrar la nominación por pasar un tiempo con su chica. Terminaron de cenar y se fueron a casa de la chica, Blas quería que pasara algo, pero la chica estaba muy rara, por lo que no pasó nada. A la mañana siguiente, la chica estuvo hablando con alguien por teléfono, y cuando vio a Blas despierto, la chica colgó rápidamente el teléfono y le dijo a Blas que lo llevaría a su casa. Blas aceptó un poco extrañado y cuando llegaron al portal de su casa, la chica paró el coche y le confesó que le había estado engañando con otro. Fue entonces, cuando Blas le preguntó el por qué y la chica no supo qué contestar. Al no recibir respuesta, se cabreó y se bajó del coche cerrando la puerta con fuerza. Esa fue la imagen que vi. Se metió en su casa y, hasta me confiesa, que se tiró en la cama a llorar.
-Oh, Blas -murmuro, mientras le abrazo- Lo siento, mucho. -Noto cómo se sorbe la nariz, está llorando.- Venga, ya está, tú tranquilo.
-Que yo la quería mucho -solloza mientras apoya su cabeza en mi hombro.
-¿Sabes? -digo separándole de mí- Si te engañó, no deberías estar triste, debería ser ella la que esté destrozada porque ha perdido a una de las mejores personas del mundo.
-¿Tú crees? -pregunta secándose las lágrimas.
-Claro que sí. Ella se lo pierde. Seguro que tú encontrarás a alguien mucho mejor, ya verás. -le animo.
-Gracias -dice abrazándome y sonriendo- ¿Sabes? Te voy a llenar el hombro de lágrimas y mocos -dice sonriendo.
-No importa -digo riéndome- Pero prefiero que sean e lágrimas de alegría.
-Claro que son de alegría -dice- Tengo la mejor cantante del mundo consolándome ahora mismo.
-Pensé que, para ti, la mejor era Merche.
-A ver, esto... -intenta encontrar las palabras.
-Te he pillado -digo soltando una carcajada.
El telefonillo suena.
-Oh, ¡ese es David! -digo levantándome del sofá.- ¿David? -pregunto en el telefonillo- Te abro -pulso el botón.
-Bueno, será mejor que me vaya a casa.
-No, no, no -niego con la cabeza- Tú te quedas aquí y almuerzas con nosotros.
-Pero...
-¡Pero nada! -le interrumpo- Te quedas aquí y punto.
-Si no hay más remedio...

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