Me despierto y lo primero que hago es buscar a mi pequeño pastelito, pero no está a mi lado. Me desperezo pensando en que, probablemente, se estará vistiendo.
Me levanto, hago la cama, voy al baño y me lavo la cara ya que apenas puedo abrir los ojos.
-Buenos días -saludo a Ainhoa en la cocina.- ¿Sabes dónde
está David? -pregunto.
-No. Pensaba que se durmió contigo anoche.
-Yo también pensaba eso, pero me he levantado y ya no estaba.
-A lo mejor ha ido a comprar el desayuno o algo. -razona
ella.
-Sí, a lo mejor. -respondo. Pero no creo que sea eso, si no,
me hubiera dejado una nota. Esto tiene que ser por algo más, pero, ¿el qué?
Comienzo a preocuparme por él, y necesito sentarme en una de las sillas de la
cocina.
-Anda, te voy a preparar algo -dice Ainhoa al ver mi
expresión.- ¿Qué tal unos cereales?
-Genial. Gracias.
-¿De esos con chocolate? -me pregunta. Los ojos se me
iluminan.
-Sí, porfa -nadie como ella sabe lo que es mejor cuando estás
depre.
-¿Quieres hablar? -me pregunta sacando el cartón de leche de
la nevera.
-Bueno.... no.
-Como quieras. -responde encogiéndose de hombros- ¿Sabes?
Aarón está ya muy grande. Cómo pasa el tiempo -suspira- Está guapísimo con la
ropa que le compraste.
-¿Cómo está Lorena? -pregunto mientras me meto una
cucharada de cereales en la boca.
-Bien. Bueno... como siempre. Ya sabes... -dice mirando al
suelo- Lucas está genial. A veces tengo que ir a casa a cuidar del niño porque él tiene que ir al colegio y tal, pero está bien.
-¿Qué tal sus notas?
-Regular. Le han quedado tres: mates, sociales y naturales.
-Vaya... Las más duras.
-Sí. Le he dicho que me deje al niño al menos una semana para
que pueda estudiar, pero dice que no.
-Él cree que puede con todo, pero no es verdad.
Termino de tomarme los cereales en silencio, pensando en la
noche en la que Lucas nos llamó muy alterado y a al vez asustado. No puedo
evitar estremecerme.
Me dispongo a coger el estropajo para fregar los platos,
cuando Ainhoa me detiene.
-Ya friego yo, tú ve a despertar a la parejita. -dice
guiñándome un ojo.
-Vale, gracias.
Recorro el pasillo en silencio, escuchando la tele de los
vecinos de al lado. O están sordos, o son unos viejos.
Antes de entrar, pego en la puerta.
-¿Chicos? ¡A desayunar que es muy tarde! -grito frente a la
puerta.
-¿Qué pasa? -me sobresalta Carlos.
-¿Y María José? -pregunto.- Hay que desayunar que se nos hace
tarde.
-Está dormida. Voy a despertarla. -dice entrando en la
habitación.
Me vuelvo a mi habitación y miro mi móvil. Ni rastro de
David. La última vez que se conecto al WhatsApp fue anteayer. Qué raro. Decido
llamarlo por teléfono.
-¿David? -pregunto.- Soy Coral. ¿Dónde estás?
La línea se corta. Intento mantener la calma, pero me resulta
imposible. ¿Me ha colgado? No tendría un buen motivo para hacerlo, ¿o sí? ¿Qué
pasa?
Salgo corriendo de la habitación y busco a Carlos en la
cocina.
-Carlos, ¿sabes dónde está David?
-Ni idea. ¿No durmió anoche contigo? -me pregunta dejando en
el tazón una cucharada de cereales que estaba apunto de comerse.
-Eso pensaba, pero me he despertado y ya no estaba.
-respondo.
-Y, ¿a dónde habrá podido ir?
-Todos nos miramos las caras. Ninguno sabe la respuesta,
obviamente.
-¿Os enfadasteis? -me pregunta María José.
-No. Que yo sepa, no.
En ese momento suena el móvil que está en mi mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario