Capítulo 60
-A ver, empezad de nuevo. -nos pide la profesora del teatro.- Supongo que ninguno ha bailado nada profesional nunca, ¿verdad?
-Coral. Coral sabe bailar ballet. Acaba de terminar octavo. -se apresura a responder Ainhoa.
-¡Ainhoa! -exclamo.
-¿Es verdad eso, Coral?
-Bueno, sí. Es que yo empecé con seis años, como ya tenía la altura adecuada...
-A ver, haznos una demostración.
-¿Ahora? Bueno, yo... -miro a los demás y puedo leer en sus ojos que no me creen, así que tengo que hacer algo para que Ainhoa no quede como una mentirosa.
Flexiono un poco las piernas, comienzo con un plié, seguido de un arabesque, y por último hago un fouetté.
Cuando termino, todos aplauden.
-Podrías hacer un pequeño número de ballet. Un solo. Si quieres, claro. Sería una buena decisión que aceptaras. -me aconseja.
-Deberías hacerlo -me dice Álvaro desde una de las butacas.- Si tienes talento y se te da bien, deberías hacerlo.
-Tú a callar -le digo desde el escenario ocultando una risa- Te he traído para que mires, no para que me ordenes.
-Es que este teatro me trae muy buenos recuerdos.
-Bueno, lo haré -digo al fin.
-¡Bien! Pero tendrás que quitarte esas mechas que te has hecho en el pelo.
-¿Por qué? -le pregunto.
-¿Cuándo has visto que una bailarina de ballet lleve mechas? -me pregunta la profesora un poco enfadada.
-Bueno, siempre hay una primera vez para todo -le digo.
-Pues en la historia del ballet no. Así que las mechas, fuera. Y si te quitas las extensiones, perfecto.
-No pienso quitarme ni las mechas ni las extensiones.
-Pues deberías quitártelas o...
-¿O qué? -le reto.
-O no tendrás solo. -dice cruzándose de brazos. En ese momento suena un timbre que anuncia que la sesión ha terminado- Tú verás lo que haces. En fin, clase. Hemos terminado por hoy. Nos vemos mañana. -les anuncia a mis compañeros- ¿Vendrás, no?
-Pues claro que sí. Vendré hasta el veintiuno y también el veintisiete y el veintiocho. Sabes que me encanta verte siempre que puedo -le digo sarcástica.
-Cuidadito por donde vas, Coral.
Ainhoa, María José y yo salimos del teatro juntas, y Álvaro viene detrás.
-Quizás no ha sido buena idea lo de llevarte a la peluquería -comenta Ainhoa.
-Debería haberme teñido el pelo de rubio como tú, María José, en lugar de ponerme mechas -digo arrepentida.
-Si estás preciosa, mi niña -dice tocándome las mechas rizadas y rubias de mi pelo.
-A ver, Coral, ven -dice Álvaro dándome en el hombro.- Vosotras iros a casa, luego la acompaño yo. ¿Qué te pasa? -me pregunta.- Tú nunca has retado a nadie.
-Es que la vieja esa me saca de quicio. Se cree que tiene todas las de ganar. -le digo- Estoy harta de ella. ¿Has visto cómo los trataba cuando no le salían los pasos?
-Sí. Volviendo a lo de antes. Tengo que darte la enhorabuena por enfrentarte a la vieja esa, como tú la llamas.
-Gracias.
-Ah. No te quites las mechas ni las extensiones, te sientan genial.
-Gracias.
-Y ahora, ¿tendrías el honor de ir a cenar algo conmigo? -dice poniéndome su brazo.
-Estoy todo sudada -le digo.
-Ah. Entonces, mejor no me toques. Vamos a tu casa, te cambias y vamos a cenar.
-Vale. Por cierto, gracias por hacerme compañía. Es que David ha ido a ver a su familia a Granada.
-De nada. Está bien pasar tiempo con alguien que comparte el mismo gusto por el teatro que yo.
-Podrías apuntarte también al teatro. Como hacías antes. ¿Por qué lo dejaste?
-¿Sabes? Hubo un momento en el que me resultaba imposible compaginar las dos cosas. Tenía mucho estrés. Por eso lo dejé.
-¿Cómo te irás a Alcalá? Te puedes quedar a dormir en casa, si quieres.
-¿Sí? -yo asiento- Gracias.
-Pero no te confundas, ¿eh? Que sólo soy tu amiga -le digo entre risas.
-Vaya por Dios... -finge decepcionado.

No hay comentarios:
Publicar un comentario