Capítulo 58
-¿Os ha gustado la cena? -pregunto mientras froto con el estropajo uno de los platos.
-Estaba muy buena. En lugar de actriz deberías hacerte cocinera -comenta David.
-No tienes tú fe si crees que me voy a hacer cocinera. -digo irónica.
-Estaba riquísimo. A ver si le vas a quitar el puesto de cocinero a Blas.
-No creo, Carlos. A él le gusta pero a mí, no. -termino de enjuagar el último plato y ahora los tengo que secar. Me irá para largo- Oye, ¿por qué no os vais a ver un ratito la tele mientras yo termino de recoger esto?
-Vale. Y luego vemos una peli -sugiere María José.
-Vale, venga.
Todos se levantan de las sillas de la cocina y se van al salón.-Oye, ¿no falta una chica? Es decir, aquí vivía otra chica con vosotros, ¿no?-pregunta Carlos de camino al salón.
-Sí -contesta María José- Pero ha ido a echarle una mano a un chico de nuestra edad que tiene a su sobrino a su cargo. Su hermana está en coma.
-Ah, pobrecillo.
Tras quince minutos termino de secar los platos, vasos, cubiertos, etc. En más de dos ocasiones se me han resbalado y se han caído, pero no se han llegado a romper, lo que prueba que no eh nacido para fregar platos.
-¡Chicos voy a bajar la basura, ahora vuelvo! -grito desde la cocina.
-¡¿Te acompaño?! -pregunta David.
-No, no te preocupes. Si vuelvo enseguida. Ni que me fuera a pasar nada malo.
-Bueno, vale. Pero ten cuidado -me pide.
Cojo las llaves y la bolsa de basura y me dispongo a salir por la puerta.
Bajo en el ascensor y llego al portal, bajo los escalones y me fijo en las luces que atraviesan las ventanas de la puerta. Inmediatamente me acuerdo del suceso de la otra noche con David y Esme. Lo aparto de mi mente sacudiendo un poco la cabeza.
Salgo a la calle y el aire fresco me golpea tan fuerte que me estremezco. Dirijo la vista hacia donde debe estar el contenedor de la basura, lo han cambiado de sitio. Ahora tengo que bajar un poco más por la calle.
Pulso la especie de palanquita del contenedor y se abre. Tiro la bolsa dentro. Esto me da un asco...
Suelto la palanquita y la tapadera se baja. Me alejo del contenedor, veo a un hombre de unos treinta años apoyado en la pared de una esquina.
Comienzo a andar deprisa. No me hace mucha gracias que la calle esté desierta y que esté ese hombre. Cruzo el paso de cebra y llego hasta el portal de casa. Pff. Menos mal que no me ha pasado nada.
Meto la llave en la cerradura y la giro. Empujo la puerta cuando escucho una voz áspera detrás mía:
-Esto... hola guapa.
Yo levanto la vista hasta los cristales y veo el reflejo de él. Es un hombre de unos treinta años con barba. Ignoro su saludo e intento entrar en el portal, pero él me detiene sujetándome por la muñeca.
-¿Vives por aquí? -dice obligándome a que lo mire a los ojos- Podríamos pasar la noche juntos. -dice acercando su boca a la mía. Su aliento apesta, huele a tabaco y a alcohol. Está a punto de besarme cuando le doy un empujón. Me repune y aunque no lo hiciera, no pienso hacerlo porque David me quiere de verdad.
-¡Eh! Ya te vale, morena. -dice muy serio- Vas a hacer lo que yo te diga, quieras o no. ¿Está claro?
Yo intento zafarme de sus brazos, pero cuanto más lo intento, más me aprieta la muñeca.
-Ven. Vamos a mi casa. Está aquí al lado -dice tirando de mi brazo.
Yo me resisto como puedo, sin éxito alguno.
Llegamos a la esquina, dispuestos a cruzar el paso de cebra, cuando un chico sale desde una esquina y tira de mi mano.
-¡Corre! -me grita.
Yo intento correr todo lo que puedo debido a los tacones que tengo. Corremos hasta la calle de al lado, es entonces cuando se para y me mira.
-¿Estás bien? -me pregunta un chico medio morenito con ojos verdes.
-Esto...sí. Gracias.
-De nada. ¿Cómo se te ocurre salir sola a estas horas de la noche? Hay muchos cerdos por ahí.
-Bueno, yo sólo he bajado a tirar la basura.
-¿Tan bien vestida?
Me mira de arriba abajo. No cuela mucho que salga a tirar la basura tan bien vestida. Con uno de mis mejores pantalones y mi jersey de verano nuevo. Y ya no decimos nada de los zapatos...
-Bueno... sí. Es que estaba cenando con unos amigos.
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