Por favor, escuchad esta canción.
Capítulo 131
Salgo a la calle, y todo el frío me da de golpe en la cara. Recibo un escalofrío, y me estremezco. Toda la calle está a oscuras. Veo a un chico, me parece que David, cruzando la calle. Echo a correr todo lo que me permiten los tacones, y cruzo el paso de cebra hasta llegar a un parque rodeado de árboles. Miro a los lados, pero no lo veo, me parece que lo he perdido. Me acerco a descampado del parque, donde hay unos bancos. En tres o cuatro de ellos hay varias parejas besándose, y en otro hay un chico solo. Apostaría lo que sea a que es David. Me acerco a él y me siento. Definitivamente, es David, un David llorando.
-David...
-Déjame -dice él entre sollozos.
-Siento haberlo dicho de esa forma, David, lo siento. -me disculpo.
-Y yo siento haber cambiado. Siento no gustarte, ¿vale? Es que, sin tus besos, sin tus caricias, no soy nada ni nadie. Me completas, Coral, tú eres la única que hace que sea como siempre he sido. -dice.- Siento haber hecho que creyeras en mí al haberte hecho sonreír. Perdóname.
Ambos nos quedamos en silencio. Yo, mirando al suelo, y David, mirando hacia un lado, esquivando mi mirada. Gira su cabeza y me ve. Se quita el abrigo y la bufanda, y me los pone.
-Cogerás frío -le digo.
-Prefiero que no seas tú la que coja frío -dice él.
Nos volvemos a quedar en silencio. Pasa una chica con unos cascos bastante altos. Se puede escuchar un piano. ¿Me equivoco, o ese es el piano de Cartas entrelazadas?
-'No puedo describirte, no puedo siquiera nombrarte, solo son líneas que caen sobre el papel, intentando dibujarte' -canta él.
-'Una parcela de cielo en la Tierra, el mundo entero en tu regazo. Una puerta por la que siempre pasar un billete de ida, para huir de la rutina' -completo yo.
-'Un mirador con vistas al infinito, este insomnio placentero. El olor de la ansiedad sobre mi almohada. Una última caricia, en mi ciudad callada, no.'
-'No puedo describirte, no puedo siquiera nombrarte. Sólo son líneas que caen sobre el papel intentando dibujarte' -cantamos a la vez.
-'Una pregunta que aún no quiero entender, una respuesta en tu mirada. Un mar de aceite que me vuelve a sorprender cuando en mi vida haces tu entrada, no' -canto yo.
-Lo siento, pero tengo que hacerlo -dice él.
-¿El qu...?
Se lanza sobre mí y me besa. Me separo de él delicadamente, y le miro a los ojos. Vuelven a estar esos ojos ahí. Los ojos castaños y brillantes. Los ojos de enamorado de verdad. Los ojos de mi pastelito.
-Sé que no confiarás más en mí, pero te quiero, te necesito. Te lo juro por mi vida. -dice.- Te juro por mi vida que no te volveré a hacer daño nunca más.
-¿En toda la vida que nos queda juntos? -pregunto.
Él parece confuso.
-No sé a qué te refieres con 'a toda la vida que nos queda juntos' -dice él.
-Sí -insisto yo- A toda la vida que nos queda juntos. -repito. Él sigue sin entenderlo- Tonto, te estoy diciendo que sí, que te quiero. Te estoy diciendo que te amo, te estoy diciendo que has vuelto a ser tú. Te estoy diciendo que quiero pasar toda mi vida a tu lado. Te quiero más que nunca. -suelto de golpe.
Él coge mi mano y apoya su frente en la mía.
-¿Sabes lo que te quiero decir yo? -pregunta él, sonriendo- Que me quiero casar contigo.
Al oír estas palabras, el mundo se me viene encima. Tengo dieciséis años recién cumplidos, ¿cómo me voy a casar con él? Lo amo, y sé que esta vez va en serio, que nada nos podrá separar, pero... No sé. Todavía soy joven.
-David, tengo dieciséis años -le digo.- Ni siquiera soy mayor de edad. ¿No crees que deberíamos esperar un poquito?
-¿Esperar para qué? -pregunta él- Blas y Lorena también se van a casar, así que...
-¡¿Qué?! -exclamo- ¿Se van a casar?
-Sí. ¿No lo sabías? Me lo dijo Blas hace dos o tres días.
-No, no lo sabía. -digo.
-A lo mejor te querían dar una sorpresa. -piensa- Pues si era eso, lo he estropeado -dice él- Actúa como si no lo supieras, ¿vale? -dice guiñándome un ojo.
-Vale -sonrío.- Pero, ¿cuándo es la boda?
-En Enero. ¿Vamos, verdad?
-¡Claro! -exclamo- ¡El chiquitito se nos casa! -exclamo. David se ríe.
-Bueno, si no quieres comprometerte conmigo, no te obligaré -dice él-, por ahora -añade con un toque misterioso.- Eso sí, te obligo a una cosa.
-¿A qué? -pregunto.
-A besarme ahora mismo. -dice.
Me acerco a él, le cojo la cara, y le beso. Es un beso dulce, a lo que él no puede evitar acercarse más a mí y comenzar a besarme el cuello.
-Shh, venga, ya está -le digo separándome de él- Que esto es un parque.
Él se ríe, y me vuelve a besar.
-Te amo -susurramos a la vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario